lunes, 21 de septiembre de 2015

Ardillas, ardillitas


Cuando todavía era una niña mi abuelito sufrió un infarto cerebral, la mitad de su cuerpo quedó paralizado y junto con esto se fueron también muchas memorias y acciones; usualmente cambiaba las palabras, era común que nos dijera que se le antojaba tomar un carro sin azúcar. 

Un día recibí una llamada muy temprano, mi abuelito estaba internado y mi papá quería que lo acompañara, Él sabía que era mi adoración.

Después de manejar muchas horas llegamos al hospital y corrí a encontrarlo, puedo asegurar que se emocionó al verme definitivamente no porque fuera su consentida, sólo que tenía conectados los sensores que indican el ritmo cardiaco y su corazón empezó a latir mas rápido; lo abrasé y me dijo, con mucho trabajo y paciencia, que iba a estar siempre ahí -señalando el corazón rosa de mi sudadera- y empece a llorar… segundos después se rió un poquito y me dijo “Ay mira, se me salió una ardillita” refiriéndose a una lagrima. 

Es curioso como relacionamos objetos con sentimientos, lugares y aromas con recuerdos… La mitad de este año viví en una ciudad en la que literal compartía las banquetas con ardillas y creo que al fin entendí mi extraña emoción al verlas pasar corriendo enfrente de mi. 

Deja de buscar felicidad en objetos materiales,  normalmente puedes encontrarla en las cosas mas simples y cotidianas. 




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